miércoles, 23 de julio de 2014

¡Tanto esfuerzo para nada!

por Cornelio Rivera


¡Todo lo que hice fue para nada! ¡Cuán frustrante es invertir esfuerzo, tiempo y hasta dinero en algún proyecto, sin lograr lo deseado! Quise sembrar césped en el patio de mi casa, para ello removí la tierra, saqué la mala hierba, sembré semilla que supuestamente era de la mejor, esparcí una camionada de buena tierra sobre el suelo y comencé a cuidar de aquello, regando, espantando a los pájaros que querían comerse la semilla y poniendo fertilizante. La semilla brotó y el césped comenzó a enverdecer la tierra. Pero algo sucedió, el césped que había comenzado tan bien, desarrolló alguna enfermedad porque su crecimiento fue muy lento y mientras más lo regaba, la mala hierba, que parecía interminable, crecía en abundancia. Mi tiempo, esfuerzo y la inversión en materiales resultó en vano. Fue como si nada hubiera hecho, es decir, el patio no había cambiado.

Lo mismo puede suceder en lo espiritual, Jesús dijo que enseñar la palabra de Dios es como sembrarla en los corazones. Pero aunque muchas veces la semilla de la Palabra es relativamente bien recibida, pueden presentarse circunstancias que impiden que crezca. Multitudes escucharon las enseñanzas de Jesús, pero pocos demostraron crecimiento espiritual.

Los apóstoles sembraron, trabajaron, se esforzaron y sufrieron, pero el crecimiento de los que escucharon siempre fue difícil. A los que en Galacia inicialmente respondieron, el apóstol Pablo les escribió: “Me temo que haya trabajado en vano con vosotros” (Gal. 4:11). A los de Filipos les instó a asirse de la Palabra para que su trabajo con ellos no fuese en vano (Fil. 2:16) y a los de Tesalónica les expresó temor de que el tentador les hubiese tentado y que su trabajo resultase en vano (1 Ts. 3:5).

Amigo, por algún tiempo te he hablado a través de estas reflexiones para que consideres tu necesidad de Cristo y respondas. Francamente, no me gustaría trabajar en vano, no quisiera que esta labor fuese como la que intenté hacer con el césped, pero que resultó sin el final deseado. Pero eso, en gran parte depende de ti y de tu respuesta.

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"Esfuerzo en vano" (RPH 3689) por Cornelio Rivera en Reflexión Para Hoy
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sábado, 5 de julio de 2014

¡Lo prometido es deuda!

por Cornelio Rivera


¡Lo prometido es deuda! ¡Un contrato es un contrato! Pones tu firma en un papel y de esa forma te comprometes. Si especificas que harás pagos mensuales por algo que compraste, es tu honor, tu nombre, tu persona lo que está en juego. Tú recibes tu compra y no hay nada aparte de tu cumplimiento que pueda poner fin al compromiso.

Si compras una casa a crédito, firmas un contrato prometiendo hacer los pagos a tiempo todos los meses, luego la compañía la construye y te la entrega. Si después decides mudarte, alquilar la casa, venderla a otra persona o sencillamente abandonarla, nada de lo citado te exime de tu promesa de pago. Tú continúas siendo responsable del contrato, si no cumples, es tu reputación la que se daña, te das a conocer como mal pagador y tu palabra sufre desprestigio. Son muchos los que sin importarles lo prometido, no cumplen y tratan de zafarse del compromiso.

Dios hizo un contrato con Abraham. Y dice la Escritura, “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm 23:19). Dios le prometió a Abraham un hijo, el compromiso de Abraham era creer y así ocurrió, la promesa fue cumplida porque Abraham engendró a Isaac. Consecuentemente, la descendencia creció y formó la nación de Israel. Pero Dios extendió la promesa diciéndole: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gén 22:18).

Según la promesa divina, toda nación, incluyendo tu país, tu gente, tu familia y tú mismo, recibirían bendición a través de la descendencia de Abraham. “¿Cómo es esto?”, preguntas tú; “¿Cómo puede Israel, simiente de Abraham bendecirme?”. Explica la Biblia que en Jesucristo, un descendiente de Abraham, la bendición prometida alcanza a las naciones, a fin de que por la fe reciban la promesa. Abraham, por fe creyó la promesa y fue bendecido, así también cualquier persona en la actualidad, de cualquier nación, al creer por fe en el Hijo de Dios, recibe la promesa y la bendición. Dios no ha fallado, sino que sin fe, no hay promesa ni bendición. ¿Tienes tu fe en Jesucristo?

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"Fe, promesa y bendición" (RPH 3686) por Cornelio Rivera en Reflexión Para Hoy
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